"Los hijos son como viajes al interior de una misma en los cuales el cuerpo, la mente y el alma cambian de dirección, se vuelven hacia el centro mismo de la existencia"
Isabel Allende



18.8.08

¿La Ira es Mala?


Encontré este valioso articulo que me hizo reflexionar por ello quise compartirlo con todos ustedes:

La razón de ser de que tanta gente esté preocupada por su ira, es que generalmente la ira la estamos vertiendo sobre los demás de forma desproporcionada o desplazada. Nos enfadamos con quien no debemos, o por hechos que son insignificantes.


La ira desplazada implica que negamos y reprimimos la ira que nos generó en el pasado (reciente o lejano) otra persona, pero esta emoción no la pudimos admitir por sentirnos bloqueados ante la imposibilidad de actuar.

Un ejemplo sería el de un niño que es golpeado por su padre. Estos hechos le generan una gran ira, pero no sabe qué hacer con ella, pues esta ira le puede acarrear más golpes. Así que el niño se guarda y reprime su ira ante su padre y los hechos que la generan. Pero en otro momento, y tal vez ante otras personas, esa ira puede salir desplazada. Sería el caso de niños que agreden a compañeros, o que de adultos pegan a sus propios hijos, o que golpean a su mujer, o incluso que gritan y maltratan a su padre (cuando han dejado de ser niños indefensos y ya no le temen).

¿Cómo funciona la ira desproporcionada?:

Un hecho concreto en el presente, es procesado por la mente y se realiza una comparación con hechos pasados almacenados en memoria. El recuerdo (a menudo inconsciente, no sabemos que estamos recordando) de unos hechos pasados en los que se nos ocasionó gran dolor, nos genera unas emociones que no sabemos descifrar ni nombrar (miedo generalmente). En el caso que nos ocupa, el miedo no escuchado se desplaza rápidamente en forma de ira.

El enfado (si desconocemos el mecanismo de la ira y el miedo) genera mucho más enfado. Sería una escalera en la que se va aumentando la violencia y la rabia.

Los sentimientos iniciales de enfado nos generan pensamientos contra los demás. Esos pensamientos nos generan miedo, odio, ganas de herir, etc. Emociones que nos empujan a cometer actos que nos acabarán perjudicando tarde o temprano. Aunque refrenemos esos actos, el miedo a cometerlos genera pensamientos que alimentan la ira de nuevo.

Así escalón a escalón, en pocos minutos tenemos una tormenta de considerables proporciones, una ira totalmente descontrolada cuya fuerza podemos sentir en brazos, piernas y cabeza. El corazón se acelera, la temperatura sube… y somos como un tren a toda velocidad que ya no puede frenarse.


Todo el trabajo que realizamos con la ira para poder controlarla y disminuir su intensidad y desproporción, es debido a que tenemos almacenada una ira muy excesiva. En ningún caso me parece apropiado pensar que el objetivo a lograr es librarse de la ira.

Es muy perjudicial crear la idea de que “hay que” ser una persona que responda ante cualquier tipo de agresión de forma serena y pacífica.

La hermosa idea de “poner la otra mejilla, en el fondo, tiene cierto sentido porque cuando logras comprenderte a ti mismo puedes comprender a los demás y al miedo que se esconde siempre tras la ira, y por tanto puedes evitar tomarte las agresiones de forma personal.


Si la idea de poner la otra mejilla, es comprendida desde este aspecto, es una idea que nos ayuda, porque la utilizamos para entender que lo que nos molesta nos indica zonas oscuras en nuestro interior, que todavía debemos trabajar para iluminar.
Pero, sin embargo, si lo tomamos como un “mandato”, si creemos en esta idea de que “hay que ser” bondadosos. Entonces es una idea que nos perjudica, porque nos lleva a un equívoco muy grande, y es a pensar que LA IRA ES MALA.


Enfadarse no es malo, sentir ira no es algo malo. Lo que ocurre es que habría que lograr poder enfadarse, como más o menos decía Aristóteles, en el momento justo, con la persona adecuada y en grado proporcional.

Existe una idea generalizada de que se debe doblegar a la ira, y que no es adecuado mostrar jamás nuestras emociones intensas.

Somos humanos, y como tal, tenemos emociones, y debemos dejar de ignorarlas y debemos abandonar la idea de dominarlas sin conocerlas. Hay que saber para qué sirven las emociones, indagar a fondo en cómo son y, sobre todo, hay que aprender a utilizarlas para impedir que las emociones controlen nuestros actos y nos perjudiquen.

Pero no podemos pretender convertirnos en máquinas insensibles, con el objetivo de no sentir (ni mucho menos mostrar) nunca la ira. La persona que desea la perfección, que desea que nadie le enfade, que todo lo que le ocurra le sea indiferente… ese tipo de persona, que en algún momento, todos queremos ser, está renegando de lo que le hace humano, y se causa una gran infelicidad.

Ningún líder, ni religioso, ni espiritual, ni de ningún tipo… ninguna persona feliz, ha estado exenta de sentir emociones intensas. Para nadie es desconocido que personajes de la talla de Jesucristo, Budha, Gandi, Teresa de Calcuta, etc, han tenido accesos de cólera y han mostrado un fuerte carácter en las ocasiones que lo merecían.
Cuando una persona siente ira y enfado intensos ante unos hechos que puede intuir que no son proporcionales a la ira que han disparado, entonces esa persona debe saber que tiene un problema. Esa ira desmedida es perjudicial, porque le daña a él mismo y a los que le rodean.
Tal vez en ese caso la ira deba ser mucho menor, o incluso no sea ira sino miedo, tristeza u otra emoción lo que la persona está realmente sintiendo y es incapaz de percibir.


Pero sin embargo, sentir una ira intensa ante unos hechos que realmente la merecen, no es algo negativo, sino que es correcto, a menudo necesario, y la mayoría de las veces positivo para uno mismo y los demás.
Sería muy positivo que en este caso las personas pudieran expresar su ira sin miedo, sabiendo que hacen algo lícito.
La mala prensa de la ira, y la intensa represión que se ha hecho de ella en la educación de muchas personas, es lo que impide que, a menudo, las personas se escondan o miren a otro lado cuando están agrediendo a otras personas o incluso a ellas mismas.
Hay personas que son maltratadas sin ser capaces de mostrar ningún tipo de enfado por ello, mostrarán miedo o tristeza, pero no ira.
La ira, a menudo, nos ofrece el coraje necesario para oponernos a unos agresores y defendernos, o incluso defender a personas que están siendo atacadas.

La ira no es algo perjudicial. Lo que resulta perjudicial es negar y acumular emociones, para después liberarlas en forma de una ira desbocada contra personas o hechos que no la merecen.


Por: Eva Cancer
Terapeuta Transpersonal.
Mediadora Familiar
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2 comentarios:

Administracion dijo...

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Fabiana dijo...

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